domingo, 25 de diciembre de 2011

Mañana no será lo que Dios quiera I

Para cambiar de edad no hace falta que pase el tiempo, basta a veces con que pase la vida.


Luis García Montero

domingo, 18 de diciembre de 2011

Cuatro rayitos de Sol

Por suerte casi todos lo hacemos sin mala intención, de “buen rollo”, pero lo hacemos. Es cierto que muchas veces sin darnos cuenta, tan cierto como que deberíamos hacerlo. Nos reímos cuando les pedimos otra “jala” de agua, cuando nos preguntan si queremos el Kebap (o como se escriba) de “carne o de pollo”, cuando nos traen la comida a casa y se confunden de piso, que si Altintop vende Durums, que si Park Ji Sung no juega en el United sino que trabaja en el 24 horas que hay debajo de mi casa . . .

Muchos cuidan a nuestros hijos, recolectan la comida que comemos, nos solucionan (después de horas, pero lo hacen) nuestros problemas telefónicos, cuando quedas una noche con tu novia para ver una peli en casa y se han terminado las palomitas, siempre hay uno cerca y abierto.

No solo no nos damos cuenta, sino que además tienen que soportar insultos racistas en los estadios, prohibiciones para entrar en discotecas, que la Policía Nacional les pida la documentación solo por lo que vulgarmente llamamos la “pinta”, ser considerados sospechosos en cualquier altercado solo por su nacionalidad, e incluso interpelaciones del tipo “ a mí ese polaco no me opera”.

Hace 40 años aún éramos un país de emigrantes. Desde entonces hemos prosperado. Ahora los españoles ya no tenemos que marcharnos al extranjero en busca de trabajo y una vida digna. Ahora son los extranjeros los que vienen a España a hacer los trabajos que nosotros ya no queremos hacer. Y al ver cómo tratamos a los trabajadores extranjeros, me pregunto si hemos perdido la memoria, me pregunto si estamos tan orgullosos de quiénes somos, que se nos ha olvidado quiénes fuimos.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Sucedió una noche

- ¿La quiere usted?
- ¡Sí! Pero no argumente eso contra mí. Yo estoy loco desde hace mucho tiempo.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Trenes

Me gustan las estaciones, de ladrillo rojo y bancos de granito y jubilados, de cafeterías con sillas de madera carcomidas por el tiempo y por la Historia, y por las historias de los que en ellas se sentaron. Ni siquiera los modernos trenes de morro afilado y las máquinas de refrescos les pueden quitar ese aroma a antiguo, ese aire retro, ese . . . Me gustan los trenes. Me gusta sentarme en ventanilla, enchufar el Ipod y mirar el paisaje. El paisaje desde el tren es, sea cual sea, hipnotizante y absorbente hasta llegar al destino. Repaso mi vida de trenes, desde que de niño veía a John Wayne asaltarlos con el revolver en la diesta, el sombrero en la siniestra y conduciendo el corcel con los muslos, hasta que de mayor ví a Ethan Hawke hacer una proposición indecente en uno de ellos, de Budapest a París, con escala en Viena, siempre antes del amanecer. Pero hoy no, hoy es de noche.