martes, 21 de febrero de 2012

Premios Goya

Nunca jamás debemos olvidar que tenemos derecho a quejarnos, y a quejarnos de todo lo que nos venga en gana. Podemos, y a juicio de cada uno queda el si también debemos, quejarnos de tantos Camps y Pepes Blancos, de duques deportistas ambiciosos, de recortes justo dónde nunca se puede recortar, de que siempre paguen los mismos. Podemos quejarnos de que haya mucho paro, y de que dejen en el mismo a un juez que trabaja por el bien y la tranquilidad de unos pocos sin hacer mal a nadie que tenga su conciencia tranquila, quejarnos de que sigue sin haber paz para los malvados.
Quizás el problema no esté en recordar el derecho a la queja, sino en olvidar el deber del recuerdo. Del recuerdo de que no hace tanto tiempo no podíamos elegir cada cuatro años a los que nos roban, ni podíamos castigar a esos Camps y Pepes Blancos que pululan por España, al recuerdo de que antes se enseñaba con regla y crucifijo, de que hace pocos años había cosas de las que sólo se podían hablar en casa y en bajito. Y somos nosotros, precisamente, los que no hemos vivido nada de eso, los que menos derecho tenemos a olvidarlo. ¡Al loro!¡Que no estamos tan mal! Ahora ganamos mundiales y hacemos películas de robots. A este país ya no lo conoce ni la madre que lo parió.

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