domingo, 15 de enero de 2012

La tierra más hermosa I

Una amargura merecida, pues, en el fondo y aún sabiendo lo difícil que resulta juzgar nuestros propios actos pasados o presentes, no creo yo que expresara un profundo sentir al proponerle, en el último minuto, nada menos que el matrimonio. Deseaba que se quedara por egoísmo o por mala conciencia, quizá por el cariño o por los celos. Quería tenerla, pero a fuer de ser sincero, aunque lo sea a posteriori, no sé qué hubiera pasado de haber aceptado ella mi propuesta. ¿Hubiera mantenido mi promesa? Probablemente sí, pero ¿qué hubiera sido de aquel matrimonio? La posesión, que tan frecuentemente se confunde dentro de nosotros con el amor, suele mostrarse con ambición universal. Se quiere todo, pero todo no se puede tener.


Joaquín Leguina

No hay comentarios:

Publicar un comentario